Durante los siglos XVI y XVII en España, políticamente, se mantuvo el modelo de la unión dinástica. Dicho modelo se basaba en el hecho de que los reinos peninsulares que formaban la Monarquía española estaban únicamente unidos en la figura del monarca (o dinastía) mientras se mantenían distintas las instituciones (cortes, justicia, administración local...), las costumbres, las leyes e incluso la lengua y cultura. Eso hacía que Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia se mantuvieran unidos únicamente en la figura del rey. Un antecedente lo podemos encontrar en la Corona de Aragón, donde los tres reinos que la conformaban únicamente estaban unidos en la figura de su rey.
Con más amplitud lo podemos encontrar en el Imperio Habsbúrguico (también llamado español) de los austrias peninsulares. Así los Países Bajos, Nápoles, Franco Condado, Sicilia, Milán, Portugal... sólo tenían en común con Castilla la figura del soberano o gobernante. Es cierto que la monarquía de los Austrias era ciertamente castellana. La mayor parte de sus funcionarios y representantes provenían de la Corona de Castilla y se iba imponiendo el castellano como lengua administrativa común. Sin embargo el Imperio seguía siendo una unión dinástica.
La llegada de los Borbones supuso el fin de la unión dinástica. En primer lugar éstos, siendo de origen francés, recogieron la herencia uniformizadora del país vecino. En segundo lugar la Guerra de Sucesión (1701-1713) supuso una guerra civil penínsular entre los borbónicos (Castilla) y los austracistas (Cataluña, Aragón, Mallorca y Valencia). Esto último supuso que el primer Borbón, Felipe V, se justificó en esta supuesta traición para suprimir los fueros y constituciones de los reinos austracistas. Los decretos que los suprimieron se conocen como decretos de nueva planta (aunque el único que tuvo esta denominación fue el de Cataluña de 1716).
El presente texto recoge el Decreto de 1707 por el cual Felipe V, tras la batalla de Almansa (fotografía de la misma abajo), suprimió los fueros de Aragón y Valencia.
<<Considerando haber perdido los reinos de Aragón y Valencia y todos sus habitantes por la rebelión que cometieron, faltando enteramente así al juramento de fidelidad que me hicieron como a su legítimo Rey y Señor, todos los fueros, privilegios, exenciones y libertades que gozaban y que con tan liberal mano se les habían concedido, sí por mí como por los señores reyes mis predecesores, en esta monarquía se añade ahora la del derecho de conquista […] y considerando también que uno de los principales tributos de la soberanía es la imposición y derogación de las leyes […] He juzgado por conveniente, sí por esto como por mi deseo de reducir todos mis reinos a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y tribunales, gobernándose igualmente por las leyes de Castilla, tan loables y plausibles en todo el universo, abolir y derogar enteramente (…) todos los referidos fueros y privilegios, prácticas y costumbres hasta aquí observadas en los referidos reinos de Aragón y Valencia, siendo mi voluntad que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla […].>>
Decreto de 29 de junio de 1707. Derogación de los fueros de Aragón y Valencia; y su reducción a las leyes y gobierno de Castilla, [...] recogido en MOLAS RIBALTA, Pere, La Monarquía Española (siglos XVI-XVIII), Madrid, Historia 16, pp. 193 y 194.
Así explica Manuel Fernández Álvarez el fin de los fueros de Cataluña:
<<Por lo tanto, reformas. Y en primer lugar las políticas, lo que respondía al espíritu que animaba a la nueva dinastía. Los Borbones eran franceses y en Francia la Monarquía se regulaba por una rigurosa centralización.>>
>>De modo que, después de su victoria final, Felipe V decidió gobernar a los catalanes, que tanto se le habían resistido, manu militare; ya sabéis, queridos amigos, lo que eso quiere decir: bajo el mandato militar.>>
>>De entrada, prohibió el uso de la lengua catalana en los tribunales. Se abolieron los Fueros y Cataluña pasó a ser gobernada por un capitán general. Y todo se puso bajo las normas de las leyes de Castilla.>>
>>Felipe V proclamaría:
En el modo de gobernarse los Reinos y pueblos no debe haber diferencia de estilo>>
>>Y os preguntaréis: ¿cómo lo tomó Cataluña? Ya os lo podéis imaginar: como una grave ofensa a sus tradiciones, porque era olvidar lo que marcaba la historia tan gloriosa de aquella tierra.>>
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel, Pequeña historia de España, Madrid, Espasa, 2010, pág. 195.