<<Un faraón que vivió no mucho después del rey Menes, el rey Keops —2.500 años a. C.— ordenó, por ejemplo, que todos sus súbditos contribuyeran a levantar su tumba. Tenía que ser una construcción como una montaña. Y así fue, por cierto. Todavía existe hoy. Se trata de la famosa pirámide de Keops. Quizá la has visto ya muchas veces en fotografía. Pero no puedes ni imaginar su tamaño. Cualquier gran iglesia cabría dentro de ella. Se puede trepar sobre sus bloques gigantescos; es como escalar una montaña. Y, sin embargo, quienes llevaron sobre rodillos y apilaron unas sobre otras esas enormes piedras fueron seres humanos. En aquellos tiempos no había aún máquinas. A lo más, rodillos y palancas. Todo se debía arrastrar y empujar a mano. Imagínate, ¡con el calor que hace en África! Así, a lo largo de 30 años, unos 100.000 hombres bregaron duramente para el faraón durante los meses que dejaba libre el trabajo de los campos. Y cuando se cansaban, un vigilante del rey les obligaba a continuar arreándoles con látigos de piel de hipopótamo. De ese modo arrastraron y levantaron las gigantescas cargas; todo para el sepulcro del rey.>>
>>Quizá preguntes cómo se le pasó al rey por la cabeza hacerse construir aquella gigantesca sepultura. Eso tiene que ver con la religión del antiguo Egipto. […]>>
[…]
>>Pero lo más importante en la curiosa religión de los egipcios era la creencia en que las almas de las personas abandonan, sin duda, el cuerpo al morir el ser humano, pero siguen necesitándolo de algún modo. Los egipcios pensaban que el alma no podía sentirse bien si su anterior cuerpo se transformaba en tierra tras la muerte.>>
>>Por eso conservaban los cadáveres de los difuntos de una manera muy imaginativa. Los frotaban con ungüentos y jugos de plantas y los envolvían en largas tiras de tela. Estos cadáveres conservados así e incorruptibles se llaman momias. Hoy, después de muchos miles de años, no se han descompuesto todavía. Las momias se depositaban primero en un ataúd de madera; el ataúd de madera, en otro de piedra; y el de piedra no se introducía tampoco en la tierra, sino en una sepultura de roca. Quien podía permitírselo, como el «hijo del Sol», el faraón Keops, hacía que se levantara para él toda una montaña de piedra. ¡Allí, muy dentro de su interior, la momia estaría, indudablemente, segura! Eso es lo que se esperaba. Pero todas las preocupaciones y todo el poder del rey Keops fueron inútiles: la pirámide se halla vacía.>>
>>En cambio, se han encontrado conservadas todavía en sus sepulcros las momias de otros reyes y de muchos antiguos egipcios. Estas sepulturas están dispuestas como viviendas para las almas cuando acudían a visitar su cuerpo. Por eso había en ellas alimentos, muebles y vestidos, y muchas imágenes de la vida del difunto, incluido su propio retrato, para que el alma encontrase la tumba correcta cuando deseaba visitarla.>>
GOMBRICH, Ernst, Breve historia del Mundo, Barcelona, Península, 2007.