<<XIV.- [1] Congregados los Griegos en el Istmo [en Corinto], decretaron marchar con Alejandro a la guerra contra la Persia, nombrándole general; [2] y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le visitaban y le daban el parabién, esperaba que haría otro tanto Diógenes el de Sinope, que residía en Corinto. Mas éste ninguna cuenta hizo de Alejandro, sino que pasaba tranquilamente su vida en el barrio llamado Craneo, y así, hubo de pasar Alejandro a verle. Hallábase casualmente tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos personajes, fijó la vista en Alejandro. Saludóle éste, y preguntándole en seguida si se le ofrecía alguna cosa, “Muy poco- le respondió-; que te quites del sol”. Dícese que Alejandro, con aquella especie de menosprecio, quedó tan admirado de semejante elevación y grandeza de ánimo, que cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban a reírse y burlarse, él les dijo: “Pues yo, de no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes”. [3] Quiso prepararse para la expedición con la aprobación de Apolo; y habiendo pasado a Delfos, casualmente los días en que llegó eran nefastos, en los que no es permitido dar respuestas; con todo, lo primero que hizo fue llamar a la sacerdotisa; pero negándose ésta, y objetando la disposición de la ley, subió donde se hallaba y por fuerza la trajo al templo. Ella, entonces, mirándose como vencida por aquella determinación, “Eres invencible ¡oh joven!”- expresó; lo que oído por Alejandro, dijo que ya no necesitaba otro vaticinio, pues había escuchado de su boca el oráculo que apetecía. Cuando ya estaba en marcha para la expedición aparecieron diferentes prodigios y señales, y entre ellos el de que la estatua de Orfeo en Libetra, que era de ciprés, despidió copioso sudor por aquellos días. A muchos les inspiraba miedo este portento; pero Aristandro los exhortó a la confianza “Pues significa dijo- que Alejandro ejecutará hazañas dignas de ser cantadas y aplaudidas; las que, por tanto, darán mucho que trabajar y que sudar a los poetas y músicos que hayan de celebrarlas”.>>
>>XV.- [4] Componíase su ejército, según los que dicen menos, de treinta mil hombres de infantería y cinco mil de caballería, y los que más le dan hasta treinta y cuatro mil infantes y cuatro mil caballos; y para todo esto dice Aristobulo que no tenía más fondos que setenta talentos, y Duris, que sólo contaba con víveres para treinta días; mas Onesícrito refiere que había tomado a crédito doscientos talentos. Pues con todo de haber empezado con tan pequeños y escasos medios, antes de embarcarse se informó del estado que tenían las cosas de sus amigos, distribuyendo entre ellos a uno un campo, a otro un terreno y a otro la renta de un caserío o de un puerto.>>
PLUTARCO, Vidas paralelas. Libro V. Alejandro Magno.
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[1] Los griegos aprueban en el congreso de Corinto iniciar una guerra contra Persia dirigida por Alejandro.
[2] Alejandro y los filósofos griegos: su anécdota con el cínico Diógenes de Sinope (humildad y grandeza como persona)
[3] Alejandro y las predicciones de los oráculos y otros signos proféticos de su éxito (su éxito estaba predestinado)
[4] Pobreza y limitaciones de la expedición de conquista de Persia (estas limitaciones exaltan más todavía su éxito y grandeza).