<<Estas no tardaron en venir. En el año 264 a. de J.C., al llegar al extremo de la península italiana, los romanos chocaron con el Estado fenicio del África del Norte, Cartago, que ya se había establecido en el oeste de Sicilia. En muchos aspectos, Cartago era la antítesis de Roma; era una potencia naval cuya riqueza e influencia se basaban en el comercio; nunca estaba segura de la lealtad de sus súbditos norteafricanos, y así dependía de mercenarios que lucharan en sus guerras. Con tenaz empeño, los romanos cruzaron el mar, y con el apoyo de la confederación derrotaron a los cartagineses después de una guerra que duró veintitres años. En el año 241 a. de J.C. tenían una nueva provincia, Sicilia, y un poco más tarde se anexionaron Cerdeña. En el año 218 a. de J.C. los cartagineses les desafiaron otra vez. Partiendo de las bases de la nueva provincia de España y dirigido por un genio militar, Aníbal, el ejército cartaginés invadió Italia a través de los Alpes occidentales. Durante dieciséis años Roma luchó por la existencia en tierra italiana. A pesar de esto, el Senado no perdió la cabeza en las sucesivas crisis; la liga se mantenía firme; una fuerza expedicionaria romana desembarcó y separó a España del ejército de Aníbal; con el tiempo se enrolaron más de 40 legiones -llegando a 25 en un solo año- entre los campesinos de Italia; y por fin, bajo el mando de un gran general, Escipión el Africano, los mismos romanos invadieron África del Norte, forzaron el regreso de Aníbal y le infligieron una derrota aplastante (202 a. de J.C.) de la que Cartago nunca se recuperó.>>
WALBANK, F.W. La pavorosa revolución. La decadencia del Imperio Romano de Occidente, Madrid, Alianza Universidad, 1987, pág. 15.
WALBANK, F.W. La pavorosa revolución. La decadencia del Imperio Romano de Occidente, Madrid, Alianza Universidad, 1987, pág. 15.