<<Roma emerge a la luz de la historia como un poblado de comerciantes y agricultores que habitaban una serie de bajas colinas de la orilla izquierda del río Tíber, a unos 25 kilómetros de la desembocadura. La tradición cuenta que desde la fundación de la ciudad, en el año 753 a. de J.C., hasta el año 509 a. de J.C., fue gobernada por reyes, los últimos de los cuales correspondía a una dinastía extranjera procedente de Etruria, al otro lado del Tíber. Poco más que la leyenda ha sobrevivido a este período; [...]. Los ciento cincuenta años que siguieron a la expulsión de los reyes transcurrieron en guerras con los pueblos vecinos, y sobre todo en consolidar el poder romano en el Lacio, la región de Italia de la cual Roma era, geográfica y lingüísticamente, el límite más al norte. El progreso de Roma sufrió un serio revés en el año 390 a. de J.C., cuando los galos merodeadores penetraron en la ciudad de Roma, dedicándose al saqueo y al pillaje; pero se recuperó rápidamente, y en el año 338 a. de J.C. estaba establecida como señora del Lacio.>>
>>Se han descrito los siguientes setenta años como el período más sorprendente de la historia romana. Mediante una serie de campañas victoriosas, los romanos derrotaron a las tribus de las altas tierras de la Italia central, los samnitas, hicieron dependiente a Etruria y consiguieron el acceso a la costa del Adriático (338-290 a. de J.C.). Por medio de esta impresionante extensión de poder, la población de un territorio de unos 1.300 kilómetros cuadrados se había hecho dueña de una región 100 veces mayor. Poco después, en el año 282 a. de J.C., surgió un conflicto con Tarento, la próspera ciudad griega situada en el "empeine" de la Italia del Sur. Los tarentinos, que desde hacía mucho tiempo no tenían costumbre de luchar en sus propias guerras, pidieron la ayuda del rey griego, Pirro de Epiro, y los romanos se vieron enfrentados con el general más imponente de la generación posterior a Alejandro Magno. Pero Pirro se dejó desviar hacia Sicilia, y al regresar a Italia en el año 275 a. de J.C., sufrió una derrota definitiva, dejando a los romanos dueños de toda la península.>>
WALBANK, F.W. La pavorosa revolución. La decadencia del Imperio Romano de Occidente, Madrid, Alianza Universidad, 1987, págs. 13 y 14.