<<Durante siglos los agricultores habían sabido que, si sembraban el mismo cultivo en la misma tierra un año tras otro, acabarían agotando el suelo. La solución tradicional a esta dificultad era dividir la tierra, plantando la mitad en otoño para cosechar en primavera y dejando la otra mitad en barbecho. En las tierras secas y poco densas del Mediterráneo, éste continuó siendo el patrón de cultivo más común durante la Edad Media. No obstante, en los suelos húmedos y fértiles del norte de Europa, los agricultores descubrieron poco a poco que un sistema de rotación de cultivos de tres campos podía producir un incremento sostenible en la producción agrícola general. Con este sistema se dejaba en barbecho un tercio de la tierra, que a menudo se utilizaba para pasto con el fin de que los excrementos de los animales fertilizaran el suelo; otro tercio se plantaba con trigo o centeno de invierno, que se sembraba en otoño y se cosechaba a comienzos del verano; y el tercio restante se plantaba con otro cultivo (por lo general, avena o cebada, pero a veces legumbres o plantas forrajeras, como alfalfa, trébol o algarroba) que podía sembrarse en primavera y cosecharse en otoño. De este modo, los campos se rotaban en un ciclo de tres años.>>
>>Este sistema aumentó inmediatamente del 50 al 67 por ciento la cantidad de tierra cultivada en un año. No menos importante, también produjo mayores rendimientos por hectárea de trigo y centeno, sobre todo si las legumbres o las plantas forrajeras (que reemplazan el nitrógeno que el trigo y el centeno filtran del suelo) formaban parte regular del patrón de rotación de cultivos. Con dos estaciones de cultivo separadas, el sistema proporcionaba cierta seguridad contra la pérdida por desastres naturales. También produjo nuevos tipos de alimentos. La avena la podían consumir tanto los humanos como los caballos, mientras que las legumbres proporcionaban una fuente de proteínas para equilibrar la principal ingesta de hidratos de carbono de cereales provenientes del pan y la cerveza, los dos elementos básicos de la dieta campesina. El forraje adicional posibilitó sostener más animales y más sanos, lo que aumentaba el rendimiento del arado, diversificaba la economía del señorío y proporcionaba una fuente adicional de proteínas en la dieta humana mediante la carne y la leche. El nuevo sistema de rotación de cultivos también ayudó a distribuir mejor la labranza a lo largo del año, y permitió así una atención más cuidadosa al control de las malas hierbas, al abono con cal y a la fertilización de los campos comunes.>>
COFFIN, JUDITH G. y STACEY, ROBERT C., Breve historia de Occidente. Las civilizaciones y las culturas, Barcelona, Planeta, 2012, p. 355
«Les Très Riches Heures du duc de Berry juin» por Hermanos Limbourg - R.M.N. / R.-G. Ojéda. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons. |