<<Alrededor del año 800 de nuestra era, no mucho después de la invención del símbolo «nada», los numerales hindúes se habían difundido por las regiones situadas al norte y al oeste de la India, regiones habitadas por pueblos que hablaban árabe. Esos pueblos ocupaban, además, todo el norte de África y España; así llegó la numeración hindú hasta la península Ibérica, a través de África.>>
>>Los árabes llamaron sifr al símbolo hindú «nada» (sunya).>>
>>El matemático árabe Mohammed Al-Khwarizmi escribió, hacia el año 820, el primer tratado completo sobre el empleo de los numerales hindúes en la aritmética.>>
>>Más de cien años después un francés llamado Gerberto, muy interesado en conocerlo, decidió viajar a la España árabe, mucho más avanzada por entonces que Francia, Alemania o Inglaterra, que aún vivían en la «oscura Edad Media», sin apenas escuelas ni libros y cuyos habitantes eran, casi sin excepción, analfabetos.>>
>>Así, Gerberto se trasladó a España el año 967 y estudió los libros árabes. Conoció el tratado de Al-Khwarizmi, e, impresionado por las ventajas del nuevo sistema de numeración, lo difundió por toda Europa, donde llamaron números arábigos a los numerales hindúes, porque los conocieron a través de los árabes, sin saber que en realidad procedían de la India. En la actualidad seguimos llamándolos arábigos.>>
ASIMOV, Isaac, Cómo descubrimos los números, Barcelona, Editorial Molino, 1984, pág. 22.
<<El gran poder cultural del Califato de Córdoba durante los siglos IX y X no se ha estudiado apenas y casi siempre se ha comprendido mal. La ciudad de Córdoba, convertida en capital y embellecida con jardines y fuentes, tuvo una población de 500.000 habitantes, mientras las grandes ciudades de Europa no alcanzaban ni la décima parte. La tolerancia de los musulmanes, que dejaban practicar su culto tanto a los judíos como a los cristianos, atrajo a los sabios de todo el mundo y produjo una gran expansión cultural, amparada por la gran biblioteca de la ciudad y los centros de estudio de todas las ciudades del Califato. En ellos, hasta los muchachos sin dinero podían estudiar porque el califa destinaba la cuarta parte de sus ingresos personales a limosnas para los pobres y becas para los estudiantes inteligentes y sin recursos.>>
MOLINA, María Isabel, El señor del Cero, Madrid, Alfaguara, 1996, pág. 3.
www.librosalfaguarajuvenil.com/uploads/ficheros/libro/guia-actividades/200402/guia-actividades-senor-cero.pdf (enlaces con las actividades que propone la editorial).
<<Se podrían multiplicar los ejemplos pues, en todos los terrenos, los frany [occidental, franco] han aprendido de los árabes, tanto en Siria como en España o en Sicilia. Y lo que de ellos aprendieron era indispensable para su ulterior expansión. Si se transmitió la herencia de la civilización griega a Europa occidental fue a través de los árabes, traductores y continuadores. En medicina, astronomía, química, geografía, matemáticas y arquitectura, lo frany [occidentales, francos] adquirieron sus conocimientos de los libros árabes que asimilaron, imitaron y luego superaron. ¡Cuántas palabras dan aún testimonio de ello: cénit, nadir, acimut, álgebra, algoritmo o, sencillamente, <<cifra>>! En lo tocante a la industria, los europeos tomaron, antes de mejorarlos, los procedimientos que utilizaban los árabes para fabricar papel, trabajar el cuero y los tejidos, destilar el alcohol y el azúcar -otras dos palabras tomadas del árabe. Tampoco se puede olvidar hasta qué punto se ha enriquecido también la agricultura europea en contacto con Oriente: albaricoques, berenjenas, escaloñas, naranjas, sandías... La lista de palabras <<árabes>> es interminable.
MAALOUF, Amin, Las cruzadas vistas por los árabes, Madrid, Alianza Editorial, 2003.