<<[…] Aquel día, Umar [segundo califa del Islam, 634-644] había entrado montado en su célebre camello blanco, mientras el patriarca [equivalente a arzobispo] griego de la Ciudad Santa [Jerusalén] acudía a su encuentro. El califa había empezado por prometerle que se respetarían la vida y los bienes de todos los habitantes, antes de pedirle que lo acompañara a visitar los lugares sagrados del cristianismo. Mientras se hallaban en la iglesia de la Qyama, el Santo Sepulcro [lugar donde fue enterrado Jesucristo], como había llegado la hora de la oración, Umar le había preguntado a su anfitrión dónde podría extender su alfombra para prosternarse. El patriarca lo había invitado a permanecer donde estaba, pero el califa había contestado: «Si lo hago, los musulmanes querrán apropiarse mañana de este lugar diciendo: Umar ha orado aquí.» Y, llevándose su alfombra, fue a arrodillarse fuera. Estuvo en lo cierto, pues en ese mismo lugar fue donde se construyó la mezquita que lleva su nombre. […]>>