<<La comunidad que vivía en un monasterio no se componía únicamente de monjes. Estaban también los novicios, muchachos que vivían en él y estaban destinados a hacerse monjes una vez cumplida la edad requerida, los laicos especializados en los trabajos manuales (los legos) y los simples criados. Por no hablar también de los huéspedes de paso, alojados en la hospedería: nobles, benefactores del monasterio, algún obispo o cardenal de regreso de una misión, pero también simples peregrinos en viaje hacia Roma, Santiago de Compostela o cualquier otro santuario.
Todos estaban bajo la autoridad del abad o del prior, verdadero jefe del monasterio y padre de la comunidad. Ante él, el futuro monje prometía respetar los votos (castidad, pobreza, constancia y obediencia) y a él debían solicitarle los legos su sustento, alojamiento y protección, obligándose a cambio a servir al monasterio. Cada día, el abad convocaba el capítulo, oía la confesión de sus hermanos, organizaba el reparto de las tareas y de los trabajos comunitarios y, sobre todo, se encargaba de los asuntos cotidianos del monasterio: recibimiento de huéspedes distinguidos, contratos varios, venta o adquisición de bienes patrimoniales o de consumo ordinario, litigios y cuestiones jurídicas que afectaban al monasterio, etcétera. En esta tarea le ayudaban los oficiales, cuyo número y cualificación variaban según los lugares. En general, eran un prior (segundo en jerarquía, tras el abad), un ecónomo y un responsable de hospedería y de su enfermería.
A los legos se les confiaban algunas funciones particularmente las que exigían contactos con la ciudad (mercados, ferias, etcétera). [...]
La jornada del monje se dividía entre el rezo y el trabajo. A esto se añadían pequeñas tareas comunitarias como, por ejemplo, la preparación de los objetos litúrgicos necesarios para las celebraciones, la lectura de textos sagrados durante las comidas en el refectorio, la acogida de los huéspedes que se presentaban en la portería del monasterio y otras.
El rezo se desarrollaba principalmente en comunidad, en la iglesia del monasterio, durante la serie de oficios litúrgicos que marcaban las horas del día. En la sociedad medieval, el papel social de los monjes era el de rezar; así, se difundió entre los laicos la costumbre de confiar la propia alma y las de sus personas queridas a las oraciones de alguna comunidad monástica, que procedía a anotar en libros de registro los nombres de las personas (vivas o muertas) con las que se había comprometido. [...]>>
CABY, Cécil, "Ora et labora" en La Aventura de la Historia. Hace mil años los monjes hicieron Europa, Número 29, Marzo 2001, pp. 52-55.
CABY, Cécil, "Ora et labora" en La Aventura de la Historia. Hace mil años los monjes hicieron Europa, Número 29, Marzo 2001, pp. 52-55.
Plano de Santo Domingo de Silos. By José-Manuel Benito (Own work) [Public domain], via Wikimedia Commons |