Texto sobre el Reino de Akkad: Sargón y Naram Sin.
En las inscripciones antiguas aparece la ciudad de Acad, que también puede ser citada como Akkad o Acade. Se desconoce su emplazamiento exacto, pero es probable que también estuviera a orillas del río Éufrates, a unos 220 kilómetros corriente arriba de la ciudad sumeria de Uruk o Ereg. La ciudad dio su nombre a la región del Tigris-Éufrates que se encontraba al norte de Sumer, que se conoció por tanto com como Acad.
Los acadios que habitaron esas regiones aguas arriba no se identificaron con los sumerios, aunque adoptaron su cultura. Por ejemplo hablaban una lengua distinta, de la familia semítica, a la lengua sumeria que no es semítica y carece de parentesco lingüístico conocido.
Al principio, los acadios estuvieron sometidos al dominio sumerio, pero hacia el 2280 aC, un hombre llamado Sharrukin («rey justiciero», en acadio) llegó al poder y estableció su capital en la ciudad de Acad. Para nosotros, ese rey es conocido como Sargón de Acad. Hacia el 2264 aC derrotó al rey Lugal Zaggisi conquistando así toda Sumer y fundando el imperio acadio. El nieto de Sargón, Naram Sin, siguió extendiendo el imperio, que alrededor del 2180 aC alcanzó su punto culminante.
Pero alrededor del 2150 aC, poco después de la muerte de Naram Sin, bárbaros procedentes de las montañas orientales invadieron y conquistaron la región Tigris-Éufrates, acabando con el imperio acadio.
ASIMOV, Isaac, Guía de la Biblia. Antiguo Testamento, Barcelona, Laia, 1985, págs. 44 y 45.
Texto sobre Babilonia: capital de Mesopotamia.
La ciudad de Babel estaba emplazada sobre el río Éufrates, a unos sesenta kilómetros de Acad corriente abajo. Durante un milenio fue un lugar pequeño y poco notable, mientras que, más abajo del río, las ciudades-estado sumerias florecían y el imperio acadio surgía y declinaba.
Sin embargo, cuando los sumerios se encontraban en su último período de gloria, otro grupo de pueblos del medio Éufrates, los amorreos o amoritas, conquistaron Babel hacia el 1900 aC convirtiéndola en capital de un imperio en expansión.
Bajo el sexto rey de la dinastía amorrea, Hammurabi, que reinó hacia el 1700 aC, Babel se convirtió en una metrópolis o gran ciudad mundial y siguió siéndolo durante dos mil años, a pesar de que fue conquistada y saqueada con frecuencia. En realidad, fue la ciudad más brillante del Oriente durante la época del Antiguo Testamento, y nosotros la conocemos mejor por la versión griega de su nombre: Babilonia. Toda la región Tigris-Éufrates se conoce comúnmente como Babilonia, que recibió su nombre de esa ciudad.
ASIMOV, Isaac, Guía de la Biblia. Antiguo Testamento, Barcelona, Laia, 1985, pág. 45.
Texto sobre el Imperio Asirio: antiguo, medio y nuevo.
En tiempos de Abraham, Asiria era un reino rico y floreciente con intereses mercantiles, y a veces se llama «antiguo imperio asirio» a esa etapa de su historia. Pero en los siglos siguientes le resultó difícil sobrevivir bajo la presión de las grandes imperios de la época: Egipto, los hititas y los mitani.
Sólo tras la destrucción y la anarquía provocadas por la llegada de los Pueblos del Mar en torno al 1200 aC, se le presentó a Asiria otra oportunidad. Con los reinos hitita y mitani prácticamente destruidos por la invasión y un Egipto debilitado y expulsado de Asia, Asiria dio un paso adelante.
Hacia el 1200 aC, mientras los, israelitas se abrían paso hacia Canán, el rey asirio Tukulti Ninurta conquistó Babilonia (la ciudad y el territorio que dominaba), abriendo un período denominado «imperio medio asirio». El imperio medio alcanzó la cima de su poder con Teglatfalasar I, que reinó del 1116 al 1078 aC,.
Teglatfalasar I llevó sus conquistas hacia el oeste, y fue el primer monarca asirio en llegar al Mediterráneo por la región norte de Canán.
El dominio asirio en el Mediterráneo no era fuerte y, tras la muerte de Teglatfalasar se produjo cierta decadencia. Las tribus arameas, originarias de la Península Arábiga, invadieron sus dominios, rechazaron a los asirios y acabaron con el imperio medio
Asiria volvió a renacer. En el 883 aC, un poderoso soberano asirio, Asurnasipal, accedió al trono y fundó el «nuevo imperio asirio». Reorganizó el ejército y utilizó al máximo las armas y corazas de hierro. Eran mucho más baratas que las de bronce y permitieron a los asirios pertrechar a un numeroso ejército de infantería que aplastara a las filas enemigas, más ligeras y especializadas en el uso de carros.
Asurnasipal también inició una política de crueldad extrema. Los habitantes de las ciudades conquistadas eran ferozmente torturados hasta la muerte. Ello podría ser consecuencia del sadismo innato del rey o de una política deliberada para debilitar la voluntad del enemigo por medio del terror. Si éste era el caso, tuvo éxito, pues Asurnasipal restableció el imperio de Teglatfalasar I, que volvió a llegar al Mediterráneo.
ASIMOV, Isaac, Guía de la Biblia. Antiguo Testamento, Barcelona, Laia, 1985, págs. 333 y 334.
Texto sobre el Imperio Persa de Ciro y Darío.
<<-El imperio persa, que los griegos admiraban y temían porque era el más grande y fuerte del mundo entero –prosiguió Herodoto-, tenía su corazón en Irán, al norte de Mesopotamia y se extendía desde el mar Egeo, en el Mediterráneo, hasta Afganistán.>>
>>[…]>>
>>-Todo había comenzado en tiempos del valeroso e inteligente Ciro, cuando el pueblo montañés de los persas inició una sorprendente carrera de conquistas por Oriente, coronada con el asalto a Babilonia. Tras adueñarse de toda Mesopotamia –siguió Herodoto-, los persas se apoderaron de Egipto. Eso ocurrió en el 525 a.C., después de que Ciro ya hubiera muerto.>>
>>[…]>>
>>-Los persas –dijo Herodoto- alcanzaron la cima de su poder poco después, durante el reinado de Darío, entre el 522 y 486 a.C. Fue este rey de reyes quien aumentó las conquistas de sus antecesores y organizó el inmenso imperio, que ya se alargaba desde el Nilo hasta la India y desde el mar de Aral hasta el Golfo Pérsico. Nunca ningún rey había dominado tan extenso territorio. Por ello, para poder gobernar su imperio con eficacia, Darío lo dividió en muchas regiones. Puso cada una a cargo de un noble persa, y a éstos bajo la vigilancia de inspectores y espías reales: los llamados ojos de Darío.>>
>>[…]>>
>>-Darío también hizo construir caminos –prosiguió Herodoto-. Y a lo largo de esos caminos creó un sistema de mensajeros a caballo para transmitir sus órdenes a cualquier parte del imperio. Y no había nada en el mundo que llegara más pronto que estos mensajeros. Ni la nieve, ni la lluvia, ni el calor ni las tinieblas de la noche impidieron jamás a los jinetes que llevaban el correo hacer el recorrido que les correspondía. El primer mensajero cabalgaba los suyo, transmitía las órdenes al segundo, éste al tercero, y así sucesivamente, hasta llevar la noticia a su destino, igual que los atletas corren la carrera de relevos hasta llegar a la meta.>>
GARCÍA CORTAZAR, Fernando, Pequeña historia del mundo, Madrid, Espasa, 2013, págs. 48 y 49.