<<[...] Sus artistas se proclamaron herederos del Renacimiento, declarando que aceptaban sus reglas. Pero las violaban sistemáticamente. El Renacimiento había sido equilibrio, medida, sobriedad, racionalismo, lógica. El Barroco fue movimiento, ansia de novedad, amor por lo infinito y lo no finito, por los contrastes y por la mezcla audaz de todas las artes. Fue tan dramático, exuberante y teatral, como serena y contenida había sido la época precedente.>>
>>El hecho es que las finalidades de los dos movimientos eran diferentes y, por tanto, se adoptaban medios diversos. O, más bien, opuestos. El Renacimiento se dirigía a la razón: quería, sobre todo, convencer. El Barroco, en cambio, apelaba al instinto, a los sentidos, a la fantasía: es decir, tendía fascinar. No por casualidad había nacido como instrumento artístico de la Iglesia católica, que en ese periodo tendía a recuperar a los herejes, o por lo menos a consolidar la fe de los creyentes, impresionándolos con toda su majestad.>>
CONTI, Flavio, Como reconocer el arte Barroco, Barcelona, EDUNSA, 1993, pág. 4.
Cúpula de San Carlos de las cuatro fuentes de Borromini Fuente: «Dome San Carlo alle Quattro Fontane 2006» por Jastrow - Trabajo propio. Disponible bajo la licencia Public domain vía Wikimedia Commons. |
<<[...] Refiriéndose [el historiador del arte Heinrich Wölfflin y sus seguidores] siempre al arte del siglo XVII y principios del XVIII, definieron como barrocas aquellas obras en las que aparecían determinadas características: la búsqueda del movimiento, tanto real (una pared ondulada, una fuente en la que el agua cae en formas siempre nuevas), como sugerido (un personaje retratado durante una acción violenta o un esfuerzo); la tentativa de representar, o sugerir, el infinito (un camino que se pierde en el horizonte, un fresco simulando una bóveda celeste, un juego de espejos que altere y haga irreconocibles las perspectivas); la importancia dada a la luz y a los efectos luminosos en la percepción final y en la concepción misma de la obra de arte; el gusto por lo teatral, por lo escenográfico, por lo fastuoso; la tendencia a no representar los confines de las disciplinas, es decir a mezclar, arquitectura, escultura y pintura. [...]>>
CONTI, Flavio, Como reconocer el arte Barroco, Barcelona, EDUNSA, 1993, págs. 8 y 9.